viernes, 31 de julio de 2009

De parte de Albert Einstein.

“La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis donde nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a si mismo. Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias atenta contra su propio talento y da más valor a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia. Sin crisis no hay desafíos. Sin crisis no hay méritos. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de eso, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla.”
Albert Einstein.


domingo, 19 de julio de 2009

Sólo es una bolsa.

Jorge es el dueño de la tienda Dani. Diría que es cubano. Nunca se lo he preguntado, y tampoco cómo es que si él se llama Jorge la tienda se llame Dani. Imagino que era el nombre del primer dueño de esa especie de kiosco de prensa, cuando sólo era eso, y que cuando Jorge compró el negocio prefirió dedicar el dinero a mejorar lo de dentro y dejar quieto el cartel de fuera. Al fin y al cabo, para qué cambiar un nombre así por otro igual.

Ahora vende periódicos y revistas, sí, pero también patatas fritas y chuches, y latas de conservas, leche, pan, creo que algún producto de limpieza, tarjetas de teléfono –incluso las de nombres impronunciables-, y todo eso que da forma a lo que en países latinos llaman “abarrotes” y en casa llamamos “donde Jorge el cubano”.

Donde Jorge el cubano el pan está rico, tiene una exposición de revistas tan amplia como un Vips, si te saltas un número del coleccionable el tío te lo consigue seguro, y hace trampas para que puedas comprar algún fascículo sin tener que comprar también el diario que lo ofrece, si es eso lo que quieres. Así que se puede decir que está bien, y el chaval además de ser amable es bastante listo. Tal vez por eso creo que es cubano, porque he conocido pocos pero ninguno era tonto.

Hoy he comprado varias cosas, y al ver que llevaba la niña al hombro me ha ofrecido una bolsa. Normalmente tiene bolsas de plástico blancas, pero hoy tenía preparada una pila de otras de papel grueso con el logo de GasNatural. Así que le he dicho que sí, por ambas razones.

- ¿Te da las bolsas GasNatural, o qué?

- Sí, ha venido un tipo a pedirme si le hacía publicidad. Le he dicho “si son gratis, por mí perfecto”.

- Ah, muy bueno.

- ¡Claaaaro! Que tengas un buen día.

- Igualmente, gracias, hasta luego.

Pues eso: “claaaaro”. No sé si el de GasNatural de mi barrio será cubano también, pero queda claro que tonto no es. Y queda claro que lo tiene claro. Como el otro. Cuando he vaciado la bolsa en casa, y por cierto es de esas que no usas para la basura hasta que no está bien usada, dentro había una octavilla con la última campaña de GasNatural, “no se puede ser experto en todo / porque nadie entiende más de gas”, que es simpática y recuerda con claridad, ahora que le va a hacer falta, el territorio de una marca que lleva 165 años adueñada del genérico del gas natural. Tipo Kleenex, ya saben. O tipo lo que pasaba con Butano, que si la bombona no es naranja parece que no... Pero vaya, lo que me ha llamado la atención, como le ocurrirá a muchos clientes de Jorge este finde, ha sido la iniciativa. Lo de la bolsa. No es que sea una de esas ideas que cambian el mundo, pero sí es una de esas sin las que el mundo no cambia.

Apuesto a que al señor que ha ordenado la impresión de tropecientasmil bolsas en GN ni se le había pasado por la cabeza otro uso aparte de meter en ellas lo que quiera que vendan en las tiendas de GN, suponiendo que allí vendan algo que pueda caber en una bolsa. Incluso es posible que si llega a enterarse de lo que ha hecho el distribuidor de mi barrio se le rice la corbata y ponga el grito en el cielo. Quizás sea hasta ilegal, y vaya un municipal experto en Ley de Publicidad a ponerle una multa al bueno de Jorge. Seguramente al departamento de marca o de marketing o de reputación de GN le parecerá una aberración este trapicheo de bolsas, poner algo tan sensible como el material publicitario en manos de un desconocido (¡un cubano, fíate tú...!) que lleva una tienda que está un escalón más arriba del todoa1€ en la escala de glamour comercial. Para meter en las bolsas pan y periódicos, que vaya usted a saber de qué miga está hecho ese pan y qué noticias vendrán en esos periódicos. Y también es posible que, de haber ocurrido esto hace unos años, aquel Dani que no vendía un carajo hubiera intentado sacarle algo de pasta al hombre de GN por repartirle el anuncio, con lo cual la cosa habría quedado en nada...

Bueno, no sé. Lo que quiero decir es que la cosa huele más a que a este individuo de GasNatural, que es quien a fin de cuentas tiene unos objetivos comerciales en una zona concreta, le habrá llegado un lote de cientos de bolsas que no sabrá ni dónde almacenar en su tienda, y ha pensado utilizarlas como publicidad. Y como este también es su barrio, habrá pensado “¿quién vende como un cabrón? Jorge el cubano”. Y a la que se pasaba a comprar su Cinco Días, con el maletero del coche abarrotado de bolsas con octavilla dentro, se lo ha propuesto y Jorge el cubano ha dicho “¡claaaaro!”. Y ya está la cosa hecha.

Eso es lo que prefiero pensar. Primero, porque en mi maldad sospecho que mientras en las sedes de las grandes compañías los gurús del marketing están como patos mareados sin saber cómo hacer caja, es la gente de la calle la que está tomando las decisiones con ideas pequeñas, pero rápidas y posibles, que al menos ayudan a mantener el chiringuito abierto (y por acumulación y aun sin quererlo, también ayudan a mantener la marca viva). Segundo, y llámenme soso si quieren, porque creo firmemente en el poder de las bolsas como herramienta de interacción emocional con el público, sea cual sea y se dedique a lo que se dedique la marca; y creo que es un poder que jamás ha logrado superar al mismo coste ningún otro gadget promocional. Y tercero, porque estoy a punto de terminar mis vacaciones y me gustaría que algunas cosas empezaran a ser así de sencillas.


domingo, 10 de mayo de 2009

TVE (la que se avecina).

Si llueve, es porque el gobierno es una mierda. Y si no llueve, es porque el gobierno es una puta mierda. Nunca estamos contentos cuando el gobierno cumple con su obligación más antigua: que no estemos contentos. Para amenizarnos un poco la crisis, ahora dicen que la tele del Estado (no, Cuatro no, la otra –no, La Otra no, “la otra”-) dejará de financiarse con publicidad y lo hará con un poco de aquí y un poco de allá. Un poco con los impuestos de todos, y ahora podrá ser realmente cierto que nunca vemos lo que hacen con nuestros impuestos. Un poco con el despido del doctor ese tan adorable que por lo visto se quedaba con los dinerillos de la publicidad, precisamente; ya no habrá más casos: muerta la rabia se acabó el perro. Un poco con los ingresos por publicidad de las demás cadenas, suponiendo que no tengan que cerrar por falta de ingresos. Un poco con la contribución de las compañías telefónicas, por qué no. Y alguna cosilla más. Tal vez, si aplican los mismos criterios que valen para la SGAE, también acaben arañándoles algunos céntimos a los fabricantes de gafas bifocales, que sirven precisamente para ver la tele mientras se lee el periódico. Que alguien calcule si es fifty-fifty, no vayamos a caer en alguna injusticia.

Si la tele pública vive de la publicidad, nos parece mal porque entra en la espiral de la programación comercialista, vendida al share y en consecuencia volcada a lo que gusta a más gente. Democrático en sentido literal, pero no muy responsable. Porque la gente corriente nos vengamos de la vida que llevamos viendo telenovelas, y los premios de Cifras y Letras nos resultan irrisorios comparados con los de Gran Hermano. No nos gusta llegar del trabajo y tener que pensar, la verdad. Y si a la hora de la siesta ponemos Jara y Sedal es precisamente porque el murmullo del narrador nos ayuda mejor a coger el sueñecito. Pero sí, lo suyo sería que la tele pública emitiera sólo cosas no de interés público, porque ya ve usted que los intereses que tenemos son más bien privados, sino de utilidad pública. Que sirvan para que las personas mejoren, de alguna forma.

Por otro lado, nos parece mal que la tele pública deje de vivir de la publicidad precisamente ahora. Se puede pensar que, como empresa, es el mejor momento porque el descenso de la inversión publicitaria es alarmante; osea, que es más factible sacar el dinero de cualquier otro sitio por imperativo legal. Pero ya que están hablando de nuestros impuestos, si nos preguntaran a los españolitos seguramente preferiríamos que desaparezca TVE al menos hasta que pase la crisis (es nuestra crisis, igual que es nuestra tele); si estamos sacrificando cosas más importantes por falta de cuartos, bien podríamos sobrevivir sin un par de canales de televisión. Y si preguntaran a las empresas que van a tener que pagar, con dinero que ganaban en parte gracias a anuncios que ya no van a poder emitir, dirían lo mismo. Y a las otras cadenas, mejor ni preguntarles.

Como ciudadanos, y dejando al margen lo anterior, nos puede consolar pensar que si TVE no tiene que depender de la publi, será más libre para emitir lo que debería emitir. Ahora bien, la responsabilidad de emitir contenidos socialmente útiles incluye también la responsabilidad de que esos contenidos estén bien producidos. Que apetezca verlos, vaya. Porque sienta muy mal pagar por nada. Si Canal Plus está yéndose al garete porque cada vez cuesta más encontrar a alguien dispuesto a pagar por ver la tele, el gobierno debería hacer una reflexión seria sobre lo que está haciendo. Es decir, con lo que piensa hacer con ese dinero que nos va a cobrar sí o sí a todos para hacer nuestra tele.

Claro, que bien pensado... ¿Cómo van a pagar su cuota las demás cadenas si todos nos quedamos viendo La2?

viernes, 24 de abril de 2009

Yes we can, pero unos más que otros.

Hablemos de segmentaciones bestias. Segmentaciones al estilo Clint Esatwood en El bueno el feo y el malo, cuando decía “hay dos tipos de hombres, los que tienen la pistola cargada y los que cavan”. O segmentaciones al estilo Clint Eastwood en La leyenda de la ciudad sin nombre, cuando decía “hay dos tipos de hombres, los que van a alguna parte y los que se quedan”. Bueno, pues ahora mismo hay dos tipos de consumidores, los que pueden consumir y los que no. Y como a usted le gusta sentirse como si tuviera la pistola cargada, o al menos como si fuera a alguna parte, lo primero que debería hacer es tener en cuenta esa división. Y decidir qué hacer con ella.

Estamos tan preocupados de perder nuestro presupuesto, incluso de perder nuestro propio empleo, que ya no nos fijamos tanto en lo que está pasando con nuestros consumidores. O mejor dicho: lo que están pasando.

Lo que está/n pasando es que ha entrado una nueva variable en las decisiones de compra, que afecta radicalmente a los beneficios que alguien pueda esperar extraer de cualquier nicho de mercado. Es el maldito paro. Traducido a lo que nos importa, es la desaparición del dinero en el bolsillo de personas que ya estaban decididas a comprar las cosas que queríamos venderles.

Para entenderlo no hace falta rebuscar en los apuntes de su MBA: quítese el traje y la corbata, póngase en pelotas ante el espejo (todo esto hágalo en casa, mejor) y verá cómo se sienten millones de consumidores hoy.

No se trata de la “confianza del consumidor”, y arriba ese ánimo si el juego le ha llevado a engaño. Cierto que el pánico general a quedarse sin trabajo en cualquier momento también tiene su efecto paralizante en el consumo, pero de lo que hablo es de los consumidores, miles cada día, que dejan de tener una nómina a fin de mes. Que tienen que mirar cada euro que gastan de sus ahorros o de la prestación por desempleo, vaya.

Para ilustrarlo: en la primera etapa de este ciclo el gran problema era la incertidumbre, y se expresaba en un aumento del uso de transporte público frente al privado, o en el descenso de la compra de casas y de vehículos nuevos. Pero hoy hay más: cada vez se ven más carteles de “se vende” en casas menos “vendibles”; más carteles de “se vende” en coches aparcados en la calle; y la última noticia es que el Metro de Madrid está quitando vagones en hora punta por falta de viajeros. Gente que iba al curro y ya no va. Si ha viajado en hora punta, se puede hacer una idea de cuántos viajeros significa eso.

No hay trabajo, no hay dinero. Así que el grupo de desempleados, que por cierto no dejan de ser consumidores porque siguen necesitando comer, beber y consumir algo mientras respiren, pero que se han tenido que transformar de repente en unos consumidores muy diferentes, se está haciendo tan numeroso que la primera división que deberíamos hacer al pensar en públicos objetivo es esta: los que pueden, y los que no pueden.

Lo iremos viendo, pero intuyo que desde este punto de partida empezaremos a entender mejor algunas cosas, y a decidir algunas otras que afectan a qué posición tomar respecto a las marcas blancas, al enfoque de la responsabilidad corporativa, a la validez o no de determinadas leyes de marketing (vaya, tal vez no tan “inmutables” como pretendían Ries y Trout...), a los mensajes de la publicidad y, ya que estamos, a los pasos que pueda dar cada uno para ir a alguna parte o para mantener su pistola cargada. En definitiva, para no ser el que cava.

domingo, 1 de febrero de 2009

Feliz Año Europeo de la Creatividad y la Innovación.

Martin Lindstrom, autor de Brand Child y Brand Sense, publicó en marzo del año pasado un artículo en MarketingProfs que se titulaba “Haz que tu presupuesto de marketing funcione: córtalo a la mitad” (imagino que a fecha de hoy estará a punto de terminar otro titulado “Hazte odiar: titula tus artículos como lo hago yo”).

Afortunadamente no se refería a cortarlo de verdad y sólo lo proponía como una actitud, recomendando a aquellas empresas que se habían acostumbrado a manejar grandes presupuestos en su comunicación de marketing que no se volvieran cómodas, y tomaran como ejemplo a otras empresas que, con mucho menos presupuesto, alcanzan cotas de notoriedad y eficacia mucho más altas. Vamos, que el hambre agudiza el ingenio.

No voy a hablar más sobre el artículo de Lindstrom porque a mi juicio se entusiasma demasiado hasta terminar sugiriendo despedir a la agencia y cosas así, y sé que algunos de ustedes son muy influenciables. Pero el caso es que, y esto se lo debemos más a Alan Greenspan que a Martin Lindstrom, los presupuestos de marketing igual que los de todo ya se están recortando; y ni es sólo una actitud ni en muchos casos se quedará sólo en la mitad. Así que quedémonos con lo del hambre y el ingenio o, a lo que iba en realidad, con el sutil mensaje del Parlamento Europeo nombrando 2009 Año de la Creatividad y la Innovación, que sospecho encierra una traducción fina de “Año de Búscate la Vida”con un ligero aroma a “Año de ¿hay algún médico en la sala?”.

El Parlamento Europeo le ha puesto ese nombre a este año. Y al margen de todo lo que se podría comentar sobre el asunto, como qué entienden ellos por creatividad e innovación, como qué lugar ocupaban ambos conceptos en sus cabezas antes de que desapareciera el dinero, como qué relación hay con el hecho de que sea precisamente un exceso de “creatividad” lo que ha llevado a la crisis financiera, creatividad estilo “villano” pero creatividad al fin y al cabo, al margen de todo esto tengo la impresión de que, para quienes nos dedicamos a la comunicación de marketing, el nombre del año es más que una excusa para recuperar dos conceptos que nunca deberían haber dejado de ser la base de nuestro trabajo.

Creatividad e Innovación son las dos palabras con las que más nos gusta llenarnos la boca cuando hablamos de lo nuestro. Las usamos muchísimo, tal vez sabiendo que cuanto más las usemos menos nos van a pedir que las justifiquemos, incluso que las expliquemos. Pero aparte de decirlas, rara vez las aplicamos con la debida intensidad a lo que hacemos, y mucho menos a lo que somos. Encima va el Parlamento Europeo y, además de robarnos nuestras palabras favoritas, le dice a todo el mundo que las haga suyas...

En fin, que vamos a tener que sacudirnos el polvo. Lo ha dicho Obama, así que no es opcional. Y vamos tener que ser doblemente creativos e innovadores: por un lado con nuestras propias empresas o estructuras o personas; y por otro lado con lo que ofrecemos a nuestros clientes o jefes o consumidores (a quienes llevamos tanto tiempo jurándoles que estamos preparados para ello).

Ser creativos e innovadores con nosotros mismos significa cambiar. Y como en cualquier crisis, esto se puede entender de dos formas. Habrá quien cambie cosas con una óptica conformista fijando su objetivo en, de una u otra forma, superar este mal año (advertencia: no sé cómo lo hace Solbes, pero cada vez que dice algo el annus horribilis parece crecer un par de meses más). Esta óptica conformista es en realidad un punto de vista meramente económico, y los cambios que puedan surgir de ahí serán provisionales y enfocados a la reducción. La gente tiene menos dinero, así que tenemos menos consumo potencial, así que reducimos presupuesto de marketing, así que las agencias tienen menos ingresos, así que despiden gente. Así que tanto el cliente como la agencia pierden buena parte del talento que les podría ayudar a salir de esta, pero qué le vamos a hacer... Mi amigo JL pronostica, en un “así que” más, la desaparición de muchos responsables de marketing y comunicación que sigan esta línea, principalmente porque se demostrarán ineficaces si ya no pueden manejar el presupuesto que antes les servía para maquillar su ineficacia. JL se pone un poco radical a veces, pero ustedes asústense como si tuviera razón.

Y, andando otro camino diferente, habrá quien aproveche la necesidad para cambiar de un modo más profundo y, en consecuencia, influyente. Sospecho que algunas, ojalá muchas, de las innovaciones organizacionales que nazcan ahora pasarán a formar parte del panorama de la comunicación ya para siempre. También ocurrirá lo mismo con muchas de las innovaciones ejecucionales, con las formas nuevas de comunicar que deberán inventarse.

Dentro de la pregunta “qué comunicación hacer”, creo que en la búsqueda de qué hacer con el no-dinero se encontrarán ideas que alcancen su mayor éxito cuando vuelva el dinero. Puestos a imaginar, en la planificación de medios seguramente se dejen de matar moscas a cañonazos. Definitivamente. Se descubrirá, y ya no habrá vuelta atrás, la eficacia de focalizar la inversión en targets muy concretos capaces de expandir el mensaje de una forma rápida y creíble, más creíble que un spot desde luego, a una audiencia mucho más amplia. Como nos gusta tanto utilizar terminología bélica, se bautizará el asunto como “onda expansiva” o algo así, y será una clave imprescindible para la selección de soportes y formatos (que serán cada vez menos convencionales) y, por supuesto, para la investigación profunda de esos públicos para cada marca, cada objetivo y cada mensaje. Puestos a imaginar imagino que, más que descubrirse, esta eficacia dejará de ocultarse, minimizarse y estigmatizarse por las agencias de medios; algo que tal vez se venga haciendo en los últimos años porque, si bien la fórmula puede funcionar, el beneficio de una campaña eficaz pero económica para un anunciante es inversamente proporcional a los ingresos de la agencia de medios si ésta cobra en base a la inversión. Por cierto, si seguimos imaginando es muy posible también que en tres o cuatro años no quede una agencia, sea de publicidad o de medios, que mantenga la fórmula de facturación por % sobre la inversión de medios. Y tampoco sobre el coste de la producción, me temo. Yo no soy experto en este tema, y tal vez todas estas profecías sólo sean producto de mi ignorancia. Pero, por si acaso, practique conmigo: se dice “fí”, se escribe “fee”.

El alcalde de Madrid ha prohibido, o intenta prohibir, los hombres anuncio. Mal hecho. Van a ser más necesarios que nunca. Va a ser muy necesaria la “microcomunicación” para cualquier empresa, no sólo para los comercios. Evolucionará la forma de entender las campañas. Se llamará “campaña” en muchos casos a un goteo de microcomunicación que abarque un plazo largo con muchas pequeñas acciones. Será “campaña” porque cada acción estará planificada en base a una estrategia, un mensaje y un objetivo común (pero también posiblemente para un target cada vez diferente que ayude a alcanzar ese objetivo). Predominarán por tanto acciones muy tácticas, urban-marketing, eventos, patrocinios, ideas de “guerrilla”, cosas así, salpicadas por algunas apariciones, si son imprescindibles y muy útiles, en medios masivos pero con planteamientos nuevos. No veremos tantos anuncios repetidos mil veces. Veremos más marcas integradas en los guiones de los programas más interesantes, con un esfuerzo cada vez mayor de creatividad para no romper el ritmo ni el contenido del programa. No será tan posible hacer campañas “a lo bestia”, con un mensaje para todo el mundo lanzado en medios masivos y concentrada en un par de meses. En definitiva, seguirá haciéndose publicidad porque está demostrado que dejar de hacerla en periodos de crisis es una metedura de pata; pero otra cosa es que esa publicidad pueda seguir siendo como era hasta ahora. Primero, porque faltará dinero para ello; y después porque no faltarán señales que indiquen lo equivocados que hemos estado durante tantos años.

Hablando de estar equivocados: ¿qué pasará con las agencias de publicidad? Ahora mismo las noticias indican que están enfocando el cambio más por la línea económica y de resignación que comentaba antes: decenas de despidos cada semana, y a esperar que vuelva la inversión en 2010... La “agencia acordeón” que adapta su estructura al trabajo que hay, como nos explicó el presidente de una en la que trabajé un tiempo, semanas antes de despedirnos a la mitad y meses antes de tener que cerrarla definitivamente. Es lamentable, pero no sorprendente: las agencias, especialmente las grandes agencias que encabezan la industria publicitaria, llevan lustros sintiéndose las Cenicientas de las crisis pero manteniendo la inmadurez de Peter Pan cuando las cosas vuelven a ir bien. Da la sensación de que las empresas que se supone viven de la creatividad, que más usan y desgastan la palabra, van a pasar el Año de la Creatividad y la Innovación encerradas en el cuarto de baño rezando entre sollozos para que todo esto pase cuanto antes. Posiblemente la profecía de mi amigo JL valga más para las agencias que para los responsables de la comunicación en el lado del cliente, porque a la demostración de ser útiles o no para sus clientes sumarán por cada despido un nuevo competidor, un nuevo autónomo o pequeña organización buscándose la vida en el mismo sector donde operan ellas.

Otra señal preocupante es el intento desesperado de recuperar mercados cuya eclosión han provocado ellas mismas antes, también por una orientación excesivamente económica de su negocio: las agencias han rechazado en los ciclos de vacas gordas todo aquel proyecto que no tuviera una inversión grande detrás. Han despreciado por poco rentable todo aquello que no implicara un plan de medios amplio y una producción por encima de seis cifras (en euros, claro). Porque han cobrado y cobran en porcentaje sobre ambas cosas. En base al dinero, como comentaba sobre las agencias de medios. De hecho ahora, en un ataque de pánico, muchas están intentando recuperar para sí mismas todos aquellos proyectos: el video corporativo, la campañita BTL, la promoción local, el diseño de un cartel... Tener a su gente cruzada de brazos hace que, de repente, se hayan vuelto especialistas en ese tipo de comunicación. Hacer el BTL ya no es tan despreciable. Pero en realidad lo que no es tan despreciable es el goteo de dinero que deja el BTL y todo lo demás, independientemente de que, como consecuencia del rechazo previo, durante todo este tiempo se haya creado un sector de empresas especializadas, con profesionales también especializados, en este tipo de proyectos. Creo que si los anunciantes tragan con esto acabarán dándole a JL más razón de la que se esperaba (en su profecía original, quiero decir).

Me gustaría pensar, aun arriesgándome a pasar de la imaginación a la fantasía, que el final de la crisis dejará armado un panorama mucho más sensato que el que se está perfilando ahora. Me gustaría pensar que las agencias se habrán convertido en algo más que talleres de anuncios de televisión, prensa, radio, vallas y banners, o de lo que les diga el cliente. Y que serán por fin una ayuda seria para los anunciantes como investigadores de caminos, generadores de ideas y, tal vez y si lo hacen bien, gestores de la puesta en marcha de esas ideas. Por lo que me cuentan, algunos anunciantes están tan hartos del show busines de las agencias que han optado por el proceso inverso: llaman directamente a quienes saben poner en marcha las ideas, léase productoras y centrales de medios, y les están pidiendo que contraten ellos a los creativos; ya se ocupa el cliente de investigar el camino asumiendo que un departamento de comunicación puede hacer más que decir si una idea le gusta o no le gusta. Otros están llamando a consultoras para que investiguen los caminos, confiándoles la contratación de los creativos y las productoras. Es decir, cualquier fórmula que no incluya a la agencia de publicidad.

Imagino que cualquier anunciante preferiría saber que en su agencia van a volcarse en pensar soluciones de comunicación eficaces para su marca, es decir “creativas e innovadoras”, y que van a cobrar sólo por el tiempo dedicado a ello. Tan caro o barato como haga falta, pero sólo por cada minuto en que alguien de la agencia, sea de cuentas, de creatividad, de producción o de administración, está aportando valor a la comunicación de su marca.

Y si quienes dirigen las agencias tienen problemas para asumir esto, desde luego no los tiene la gente que trabaja para ellos. Dicho de otra forma: a la pregunta “¿dónde le gustaría pasar esta crisis?” creo que todos los creativos, por ejemplo, responderían “no en una agencia preocupada por la falta de dinero, y sí en una dedicada a encontrar nuevas ideas para que sus clientes no se preocupen por la falta de dinero”. Y creo que si a los anunciantes les preguntaran “¿con quién le gustaría pasar esta crisis?” contestarían exactamente lo mismo.